jueves, 31 de mayo de 2012

Encuentro con la sanación del alma; la muerte


La celda es fría y la opresión es triste. Pagamos condena sin cometer ningún delito y vivimos en la aurora con la incertidumbre del nuevo ocaso. Donde iremos, no lo sabemos, estamos ahí para recorrer sin descanso y sin guía y a eso llamamos vivir.

Banalidad es el tener y conseguir, el derroche del buen vivir sin mirar a quien, con esa frialdad y egoísmo por nuestro prójimo y demostrando todo sin dar caridad a quien necesita con esa suficiencia y orgullo dañino que nos hace actuar individualmente y como en contra del mundo.

Hoy muestro mis títulos, hablo de mis hazañas, disfruto de mis alegrías y en si un mundo vacío carente de todo aunque pensaba que todo lo tenía.

En vano luche por conseguir de más, pensando en el futuro y olvidando el presente que es donde debía estar, más forje con cadenas de hierro mi encierro, mi ceguera, mi ego y fui de frente a guerras donde nunca luche, pero casi siempre vencí.

Y aun sueño y persigo esos sueños, casi todos materiales y los atesoro como trofeos donde la gente mira donde yo creo es un triunfo como si fueran derrotas.

Miramos alrededor y juzgamos casi siempre como analistas de primera, aunque sabemos que la opinión propia es ajena a cualquier circunstancia e inherente a la responsabilidad de los hechos donde actuamos solo de palabra omitiendo meterse en los hechos o por la inercia donde pudimos actuar y lo omitimos.
Este circo es la sociedad, una comunidad con rasgos comunes, problemas en conjunto y luchas estériles individuales donde al final perdemos todos de lo que creíamos ganado.

Sufre en soledad, ofrezco mi silencio y sigo mi camino, así es aquí donde creemos actuamos con justicia y comercializamos todo para compensar nuestras carencias y reímos por terminar un nuevo día que fue un monologo a la estupidez.

La cura a tanta banalidad es la muerte, no veo más, es el encuentro del alma con la paz que jamás se obtuvimos.





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