La celda es fría y la opresión es triste. Pagamos condena
sin cometer ningún delito y vivimos en la aurora con la incertidumbre del nuevo
ocaso. Donde iremos, no lo sabemos, estamos ahí para recorrer sin descanso y
sin guía y a eso llamamos vivir.
Banalidad es el tener y conseguir, el derroche del buen
vivir sin mirar a quien, con esa frialdad y egoísmo por nuestro prójimo y
demostrando todo sin dar caridad a quien necesita con esa suficiencia y orgullo
dañino que nos hace actuar individualmente y como en contra del mundo.
Hoy muestro mis títulos, hablo de mis hazañas, disfruto de
mis alegrías y en si un mundo vacío carente de todo aunque pensaba que todo lo
tenía.
En vano luche por conseguir de más, pensando en el futuro y
olvidando el presente que es donde debía estar, más forje con cadenas de hierro
mi encierro, mi ceguera, mi ego y fui de frente a guerras donde nunca luche,
pero casi siempre vencí.
Y aun sueño y persigo esos sueños, casi todos materiales y
los atesoro como trofeos donde la gente mira donde yo creo es un triunfo como
si fueran derrotas.

Este circo es la sociedad, una comunidad con rasgos comunes,
problemas en conjunto y luchas estériles individuales donde al final perdemos
todos de lo que creíamos ganado.
Sufre en soledad, ofrezco mi silencio y sigo mi camino, así
es aquí donde creemos actuamos con justicia y comercializamos todo para
compensar nuestras carencias y reímos por terminar un nuevo día que fue un
monologo a la estupidez.
La cura a tanta banalidad es la muerte, no veo más, es el
encuentro del alma con la paz que jamás se obtuvimos.
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